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“Lo Vi en TikTok, lo sentí real… ¿Y Ahora Qué?. Reflexiones sobre el autodiagnóstico virtual y la terapia real”

  • Foto del escritor: Antonella Moura
    Antonella Moura
  • 13 jun
  • 7 Min. de lectura

La trampa del autodiagnóstico digital: cuando TikTok, Google o una IA se convierten en tu terapeuta

En los últimos años, las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en espacios de conversación sobre salud mental. Es innegable que han contribuido a visibilizar trastornos antes estigmatizados, a ofrecer contención emocional y a democratizar el acceso a la información. Pero también han abierto una puerta peligrosa: la de creer que ver un video, leer un post o interactuar con una inteligencia artificial equivale a una consulta psicológica profesional. TikTok, Instagram y otras plataformas están plagadas de contenidos breves y virales que enumeran síntomas y patrones conductuales vinculados a trastornos como el TDAH, la ansiedad, la depresión, el trastorno límite de la personalidad o el autismo. Muchos creadores, SIN formación clínica, exponen sus vivencias o listas de síntomas en formatos atractivos y emotivos, aunque estas publicaciones pueden promover empatía y romper tabúes, también generan un efecto secundario preocupante: el convencimiento, por parte de algunos usuarios, de que padecen un trastorno solo por sentirse identificados con lo que vieron o leyeron.

Este fenómeno se amplifica por la validación emocional inmediata (“¡Me pasa lo mismo!”, “¡Soy yo en un video!”), lo que lleva a la conclusión precipitada de que se tiene un diagnóstico clínico, sin una evaluación integral, sin considerar el contexto personal, ni los factores biológicos, ambientales y psicológicos que solo un especialista puede analizar en profundidad y estamos corriendo el riesgo de creer que con informarnos alcanza, que entender un síntoma es igual a comprendernos por completo.


📌Entre likes y diagnósticos: cuando el algoritmo acierta… a medias

No es casual, estás en TikTok, ves un video que describe algo que te pasa, lo ves hasta el final, el algoritmo toma nota y al día siguiente, aparecen más videos similares, todos con títulos como “Señales de que tienes ansiedad y no lo sabías” o “Si te pasa esto, podrías tener TDAH” Y claro, te sientes identificado, te resuena, de alguna forma te alivia, “No soy el único. Tiene nombre” y ahí, sin que te des cuenta, empieza a construirse algo que parece inofensivo… pero no lo es: la idea de que eso que viste en un minuto resume lo que eres, lo que tienes, que te pasa y peor aún el tratamiento que necesitas. La identificación es poderosa, te puede ayudar a nombrar a conectar, pero mientras esta información no venga de un profesional especialista en salud mental, puede volverse una trampa si se convierte en diagnóstico sin evaluación, en etiqueta sin historia, en explicación sin contexto.


📌La ilusión del control y la autoayuda rápida

Además del autodiagnóstico, muchas personas intentan también autotratarse con lo que encuentran online: rutinas de meditación, suplementos, journaling, o estrategias de “autoamor”. Si bien algunas de estas prácticas pueden tener un efecto positivo a corto plazo, el riesgo radica en que pueden estar tapando un problema más profundo o incluso empeorándolo sin darnos cuenta.

En este punto, la inteligencia artificial también entra en juego, plataformas como esta pueden ofrecer apoyo emocional inicial, orientación general o invitar a la reflexión, pero no reemplazan la relación terapéutica, la escucha activa humana ni el diagnóstico clínico. Una IA no puede interpretar silencios, gestos, historia personal ni hacer una intervención ética basada en años de formación clínica y supervisión profesional.

🚩La sed de respuestas rápidas en tiempos de ansiedad colectiva

Todos queremos entendernos, queremos saber por qué estamos cansados, por qué dormimos mal, por qué explotamos sin motivo o sentimos que no encajamos y cuando el malestar aprieta, buscamos respuestas donde sea, en un post, en un hilo, en una IA, en un test de 5 preguntas que aparece en Instagram. Es humano. Todos lo hacemos alguna vez.

El problema aparece cuando esas respuestas momentáneas reemplazan lo que en realidad necesita tiempo, profundidad y acompañamiento humano, porque entenderse de verdad —de forma cuidadosa, responsable y transformadora— lleva más que una etiqueta y más que una tendencia viral.

🚩Lo que los algoritmos no pueden ver

Una IA, por más entrenada que esté, no puede escuchar tus pausas, ni ver tu mirada cuando hablas de algo que duele. No conoce tus silencios, ni el tono en el que dices “estoy bien” cuando no lo estás. Y lo mismo ocurre con los videos o artículos que circulan en redes: informan, pero no interpretan tu historia. Pueden ayudarte a reflexionar, pero no pueden abrazar tu proceso emocional, porque cada persona es un mundo y no hay algoritmo que pueda recorrer ese mundo como lo hace un profesional de la salud mental: con ética, con empatía, con preparación, y sin atajos.


📌Influencers, IA y el riesgo de confundir experiencias con formación profesional

En este escenario digital, también hay una tendencia cada vez más preocupante: el surgimiento de influencers que se posicionan como "referentes en salud mental" sin contar con formación clínica, ni ética profesional. Hablan desde sus vivencias —que pueden ser válidas, genuinas y hasta inspiradoras— pero las presentan como verdades universales. Muchos terminan guiando a miles (a veces millones) de seguidores con consejos simplificados, frases virales o “diagnósticos” emocionales que no reemplazan ni por asomo una intervención terapéutica seria. La exposición constante a este tipo de contenido puede generar confusión, reforzar etiquetas, desinformar o incluso desmotivar la búsqueda de ayuda profesional real.

Lo mismo ocurre con plataformas como chatgpt, es una herramienta poderosa, pero no un especialista, con un par de prompts bien escritos, puede generar respuestas empáticas, fundamentadas y coherentes, pero eso no la convierte en terapeuta, ni en sustituto del trabajo humano que implica mirar, escuchar y sostener emocionalmente a una persona real. El problema no es que consultes estas herramietas o que un influencer comparta su experiencia, el problema es cuando se confunde eso con intervención clínica, con diagnóstico, con tratamiento, cuando se reemplaza el proceso humano por contenido, y el acompañamiento profesional por una ilusión de comprensión.

🚩¿Por qué esto es peligroso?

1.      Falsos positivos o negativos: Creer que se tiene un trastorno cuando no lo hay, o no identificar uno real, puede retrasar el tratamiento adecuado.

2.      Normalización del sufrimiento: Minimizar los síntomas creyendo que “todos se sienten así” o que “la ansiedad es normal” puede impedir que se busque ayuda a tiempo.

3.      Estigmatización invertida: Asumir un diagnóstico sin base puede llevar a justificar conductas disfuncionales y evitar procesos de cambio necesarios.

4.      Desvalorización de la psicoterapia: Cuando se cree que ver videos o leer frases motivadoras basta, se pierde de vista la riqueza y profundidad del proceso terapéutico real.

Y aunque a veces parezca que “todos están pasando por lo mismo”, no por eso hay que normalizar el malestar, sentirse mal no es sinónimo de debilidad, pero tampoco debería volverse parte del paisaje cotidiano, el desconfort emocional merece ser tratado y merece ser cuidado, no solo comprendido.


📌El rol de los verdaderos especialistas La diferencia que hace un encuentro humano

Los psicólogos, psiquiatras y profesionales en salud mental no solo diagnostican, sino que acompañan, evalúan, contextualizan, y sobre todo, humanizan. El proceso terapéutico es una construcción conjunta donde no se parte solo del síntoma, sino del significado que ese malestar tiene en la vida de cada persona. Es legítimo buscar información, cuestionarse, sentirse identificado con contenidos digitales, pero eso debe ser un punto de partida, no un diagnóstico final, ni una receta de solución.

La salud mental merece el mismo rigor y responsabilidad que le damos a la salud física: no te automedicas si tienes un dolor persistente, tampoco deberías autodiagnosticarte si sientes un malestar emocional. Un terapeuta no te da un diagnóstico en base a un video, no se apresura, no te etiqueta. Te escucha. Te acompaña. Te ayuda a descubrir qué hay detrás de lo que sientes, de dónde viene, qué aprendiste a hacer con ese malestar y cómo puedes transformarlo y eso no lo hace en cinco minutos, lo hace caminando a tu lado, sosteniéndote cuando hace falta, desafiándote cuando es necesario, cuidando tu proceso con responsabilidad.


📌¿Qué podemos hacer con toda esta información que circula?

La información es valiosa, pero lo importante es cómo la usamos, lo que ves o lees puede ser un primer paso, una puerta de entrada, un disparador, pero que no sea la única fuente y sobre todo, que no sea la última.

  • Usar las plataformas como puntos de inspiración, no como sustituto de ayuda profesional.

  • Ver la identificación con un contenido como una señal de que quizás vale la pena consultar a un especialista.

  • Preguntarse: ¿Esto me está ayudando realmente? ¿O me está confundiendo más?

  • Desarrollar pensamiento crítico digital: no todo lo que se viraliza es verdad, ni todos los que hablan de salud mental tienen formación clínica.

  • Defender el valor de la salud mental profesional, ética y personalizada.

🚩Nota Importante: No todas las enfermedades de salud mental o trastornos presentan los mismos síntomas o son iguales. Muchas veces identificar ciertos síntomas en ciertas circunstancias no representan enfermedades de salud mental o trastornos. Solo son circunstanciales y los padecimientos como tal inexistentes. Por eso es importante que sea un profesional quien determine un diagnóstico definitivo antes de dar por válida la respuesta a un Prompt, la opinión de una IA o la recomendación de un influencer.


 📌Conclusión: la profundidad no se reemplaza con inmediatez

Este mundo digital puede ofrecer compañía, datos y herramientas valiosas, pero la salud mental no puede resumirse en un video, ni resolverse con un par de frases que suenan bien, porque cada historia es única, cada persona merece ser escuchada en su complejidad, con respeto, sin atajos y eso solo es posible en un espacio seguro, ético y profesional.

El mundo digital ha abierto puertas valiosas, pero también genera espejismos, una reflexión emocional no es una sesión terapéutica, una lista de síntomas no es un diagnóstico, una IA no es un terapeuta. No confundamos información con transformación, ni velocidad con profundidad.

Buscar ayuda real, humana y profesional si se considera necesario, es un signo de madurez y es un acto de responsabilidad, el primer paso es cuidar de nosotros mismos con seriedad, con compromiso y con amor.

 

 

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