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Redes Sociales e Identidad Fragmentada: Una Reflexión sobre Redes sociales, influencers y realidad.

  • Foto del escritor: Antonella Moura
    Antonella Moura
  • 23 abr
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 28 abr


Disociación de la identidad; El impacto en las nuevas generaciones, filtros conectados de algoritmos, desconectados de nosotros mismos.

Por Antonella Moura


En la era digital, las redes sociales se han convertido en vitrinas donde la identidad, la realidad y los valores pueden ser moldeados, manipulados y, en muchos casos, descompuestos. Esta transformación no es superficial; tiene raíces profundas en la psicología individual y en el tejido social. Vivimos tiempos donde el yo se fragmenta, la información se descontextualiza y los valores se diluyen bajo la influencia de referentes que muchas veces se construyen sobre apariencias y algoritmos.


👉¿Fragmentación de la Identidad Juvenil?

En un mundo donde todo se comparte, se filtra y se comenta, las redes sociales han pasado de ser herramientas de entretenimiento a convertirse en auténticas fábricas de identidad. Especialmente para los más jóvenes, que construyen su imagen personal, sus valores y su visión del mundo bajo la influencia constante de lo que consumen online, y no hablamos solo de moda o bailes virales, hablamos de autoestima, de pensamiento crítico, de salud mental. De una generación que está creciendo frente a una pantalla, y que muchas veces se encuentra sin referentes reales ni herramientas emocionales para habitar el mundo offline.


👓La identidad, entre lo real y lo virtual; Un "yo" fragmentado frente al mundo

El 93% de los adolescentes tiene al menos una cuenta activa en redes sociales, según datos del Global Web Index (2024). La mayoría de ellos pasa más de tres horas al día navegando entre imágenes cuidadosamente editadas de vidas ajenas, ¿el resultado?, una generación que construye su identidad desde la comparación y la validación externa, que mide su valor por la cantidad de “me gusta” y que teme no ser “lo suficientemente interesante” para existir en línea. Pasan más de tres horas navegando por vidas que parecen perfectas. Influencers, modelos, celebridades digitales... Todos muestran una versión editada de la realidad, el problema es que, sin las herramientas para interpretarlo, aparentemente muchos jóvenes intentan alcanzar esas vidas imposibles, y lo que no logran mostrar, sienten que no vale la pena vivirlo. ¿Quién soy cuando nadie me mira?, esa pregunta, que siempre ha sido clave en la adolescencia, hoy tiene una nueva dimensión: ¿Quién soy cuando todos me miran?.....


🚩Realidades de cartón y valores pixelados; (Realidades rotas, valores diluidos)

En redes, la vida parece un escenario constante: cuerpos perfectos, relaciones felices, éxitos instantáneos. Pero todo es parcial, editado, muchas veces falso, el problema no es solo estético o emocional. Es lo ético, porque cuando se premia la forma sobre el fondo, lo superficial sobre lo significativo, los valores se vacían de contenido.

Hoy muchos adolescentes buscan parecer antes que ser, y quienes marcan el rumbo no son maestros ni referentes comunitarios, sino influencers, que, en muchos casos, no rinden cuentas a nadie y promueven discursos sin fundamento, productos dañinos o estilos de vida insostenibles. Lo que se ve en redes rara vez es auténtico, pero el cerebro adolescente, aún en desarrollo, no siempre lo distingue, aparece entonces la comparación constante, la frustración silenciosa y la sensación de no estar “a la altura” de los demás.

Es en este contexto, donde comenzamos a ver como los valores también se distorsionan: se premia lo viral (retos, trends) por encima de lo verdadero, lo polémico antes que lo empático, se valora el número de seguidores más que la calidad del mensaje y poco a poco, se forma una escala de prioridades (des-prioridades) basada en la apariencia, el alcance, la popularidad por encima del contenido de valor con propósito o contenido informativo y consumo con pensamiento critico.


📰Información rápida, comprensión lenta

El 72% de los jóvenes entre 18 y 24 años se informa exclusivamente por redes como TikTok, Instagram o YouTube, pero ahí todo va rápido, resumido, emocional, lo profundo aburre, lo complejo se ignora, lo crítico no engancha. En ese mar de titulares sin contexto, el criterio se debilita, los algoritmos confirman lo que ya creemos, y el pensamiento crítico queda fuera de juego, así, la desinformación se cuela por cada scroll, disfrazada de opinión, de humor o de simple entretenimiento.

La desinformación ya no es un error, es una estrategia y la consecuencia es grave: decisiones personales, sociales y hasta política, basadas en titulares manipulados o en la opinión de alguien que “tiene muchos seguidores”.

En redes, todo se reduce a segundos, a frases llamativas, a emociones rápidas. Sin contexto, sin matices, sin reflexión. En ese terreno, el pensamiento crítico no solo se debilita: se vuelve incómodo.


🧭Plataformas sin responsabilidad, futuro sin brújula

Las grandes compañías tecnológicas siguen beneficiándose del tiempo y la atención de los usuarios, especialmente de los más jóvenes, mientras tanto, los marcos legales son insuficientes, y el acompañamiento familiar muchas veces es inexistente o desinformado.

Su influencia, sin regulaciones éticas claras, puede convertirse en un riesgo cultural y psicológico. Muchas plataformas priorizan el contenido viral por encima del contenido valioso, empujando a los creadores a radicalizar sus discursos para mantenerse relevantes. Esto genera una dinámica tóxica donde el extremismo, la superficialidad o la irreverencia se convierten en moneda corriente.


❓Influencers: ¿el nuevo poder sin regulación?

Para muchos adolescentes, sus modelos a seguir no son sus docentes, sus padres o sus referentes comunitarios, son influencers que, en muchos casos, no tienen formación, ni responsabilidad ética, ni límites claros. Los valores que se promueven desde muchos perfiles populares están centrados en el consumo ostentoso, la competencia, la exposición del cuerpo como mercancía, y la viralización de contenidos que apelan a lo escandaloso.

Según Common Sense Media (2023), el 78% de los adolescentes admite estar fuertemente influenciado por los creadores de contenido que sigue. Algunos promueven productos inseguros, ideas sin fundamento, o estilos de vida que solo son sostenibles... si tienes una marca que te paga por mostrarlos. Y lo preocupante es que los siguen millones. Mientras tanto, los contenidos con fines educativos o sociales tienen menos alcance, lo que desincentiva a los creadores a generar reflexión.

Países como Francia, España o Italia, han comenzado a regular la actividad de influencers, implementado regulaciones específicas, enfocándose en la transparencia publicitaria, la protección de menores y la responsabilidad legal. Pero la mayoría del mundo sigue expuesta a un sistema donde el crecimiento de una cuenta importa más que el contenido de valor y crecimiento personal o educacional de sus seguidores.

Un estudio realizado por Common Sense Media (2023) mostró que el 54% de los adolescentes entre 13 y 17 años sigue a por lo menos un influencer, y el 78% de ellos afirma que estos personajes influyen en sus decisiones de compra, estética y comportamiento. Esto revela una preocupante capacidad de influencia no siempre acompañada de responsabilidad.


☑️NO......NO todos los influencers son el problema

Aquí es necesario hacer una distinción clara y justa: no todos los influencers desinforman, ni todos son modelos negativos, de hecho, muchos se preparan, investigan, comunican con responsabilidad, y usan su influencia para educar, acompañar y generar impacto positivo.

Existen creadores que promueven el bienestar emocional, la salud mental, el pensamiento crítico, la lectura, el activismo social. Son referentes que eligen la profundidad frente al algoritmo, aun sabiendo que eso muchas veces significa menos visibilidad.

Los valores que promueven desde muchos perfiles están centrados en el consumo responsable, la reflexión, solidaridad, empatía, la exposición de la mente como recurso, y la generación de información verificada y de contenidos que apelan al sentido común. Mientras tanto, los contenidos con fines educativos o sociales tienen menos alcance, lo que desincentiva a los creadores a generar reflexión.

Por eso, más que atacar a los creadores de contenido, debemos preguntarnos: ¿qué tipo de contenido estamos consumiendo, premiando y compartiendo? ¿Qué tipo de referentes estamos ayudando a construir?


🔊La descontextualización de la información: ruido en lugar de conocimiento

La infoxicación —exceso de información sin filtros— se ha convertido en un nuevo desafío. Los usuarios consumen titulares sin profundizar, comparten frases descontextualizadas y muchas veces construyen creencias a partir de desinformación o noticias falsas.

Segun Marketing Scoop la generación Z: conforma el 43,7% de consumo global de contenido en TikTok  y el 31,2% en Instagram que se informa exclusivamente a través de redes sociales, especialmente TikTok, donde la duración de los videos promueve la inmediatez e impide la formación de pensamiento crítico y análisis contextual, ya que el contenido está diseñado para impactar más que para informar.


🎭TikTok: la nueva biblioteca sin bibliotecario

Según el Reuters Institute Digital News Report 2024, TikTok es ahora la principal fuente de información para el 44% de los jóvenes de entre 16 y 24 años en países como Reino Unido, Estados Unidos y gran parte de América Latina. Incluso ha superado a Google como buscador entre las generaciones más jóvenes. Pero en esta nueva biblioteca digital, muchas veces no hay bibliotecarios, ni fuentes, ni contexto. Un video de 30 segundos con información errónea puede alcanzar millones de vistas antes de que alguien lo cuestione, y el algoritmo, en lugar de advertir, premia con más exposición.

Esta facilidad de acceso a contenido rápido y emocional puede ser una herramienta poderosa para la educación, pero también un riesgo cuando no se acompaña con pensamiento crítico y alfabetización digital.


⁉️Entonces, ¿qué hacemos?

No se trata de demonizar las redes, ni de desconectarnos del mundo digital, se trata de educar con conciencia, de acompañar, de estar presentes. De hablar con nuestros hijos, con nuestros estudiantes, con nuestros colegas, sobre lo que vemos, lo que creemos y lo que sentimos en este mundo hiperconectado.

También es momento de exigir que las plataformas y los creadores de contenido asuman su parte, no todo vale por un clic, no todo contenido debe llegar a todos. La ética digital no puede seguir siendo una conversación pendiente.


🧠 ¿Y si volvemos a lo humano?

En una época que valora lo inmediato, lo superficial y lo viral, apostar por la reflexión, la autenticidad y el sentido puede parecer contracultural, pero quizás sea justo eso lo que más necesitan nuestros jóvenes: un espacio donde puedan ser ellos mismos sin filtros, sin expectativas imposibles, y con adultos que no solo los observen... sino que realmente los acompañen.

Es fundamental que tomemos conciencia del tipo de entorno que estamos construyendo para las nuevas generaciones, las redes sociales no son solo entretenimiento: son una escuela silenciosa que moldea la forma en que los jóvenes piensan, sienten y se relacionan con el mundo.


↗️Conclusión: ¿Y el Futuro?

La alfabetización digital crítica, la formación emocional, y el acompañamiento consciente de familias y educadores son herramientas urgentes. No se trata de prohibir, sino de enseñar a usar, no se trata de señalar culpables, sino de entender que este fenómeno es colectivo, y su impacto también lo será.

Las plataformas deben asumir un rol más activo y ético, la exposición de menores a contenidos nocivos, la promoción de ideales inalcanzables o la desinformación masiva no pueden seguir considerándose “efectos colaterales del algoritmo”, si el beneficio económico prima sobre el bienestar humano, el costo social será inmenso.

Hoy más que nunca, necesitamos volver a la conversación profunda sobre quiénes somos y qué tipo de sociedad queremos construir. Si seguimos permitiendo que el algoritmo dicte los valores, el sentido de identidad y la salud mental de nuestros jóvenes, corremos el riesgo de formar generaciones híper conectadas, pero emocionalmente vacías.

La pregunta no es si las redes sociales son peligrosas. La pregunta es: ¿Estamos acompañando a nuestros jóvenes para que puedan habitarlas con criterio, con conciencia y sin perderse a sí mismos en el proceso?


Antonella Moura

Coach-Coach Educativa

Experta en Marketing

Especialista en neurociencia y conducta del consumidor

 


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